1914 – 1918

| ORFANI DI GUERRA |

#27 | Los huérfanos de la Gran Guerra

Cuadro 27: Los huérfanos de la Gran Guerra

Foto del Orfanato en Austria y los niños vieneses delante de las habitaciones de Don Bosco. A continuación, fotos del S. Pablo de Turín con el recuerdo de la Primera Comunión del 17 de abril de 1919 y don Albera junto a la estructura.

La historia de Don Albera

La Congregación salesiana había abierto orfanatos también en otras partes de Europa. Fue idea expresa de don Albera garantizar la posibilidad de unas vacaciones en Italia para 100 muchachos austríacos en 1920.

De la carta de un huérfano a su mamá:
CQuerida mamá: aquí se está bien, se come bien, se juega, se va a pasear y se está alegres Por lo tanto no llores como cuando estaba en casa, que todas las noches llorabas pensando en el papá muerto en la guerra. Cuando sea mayor, quiero hacer que te encuentres mejor que cuando estaba papá. Anímate, yo estoy mejor que en casa. Nos han dado a todos una hermosa cama de hierro barnizado, una palangana, un trozo de jabón, una mesilla de noche… Adiós. Alégrate. Todos los días en la misa y en la comunión rezo por ti y por el papá. Los superiores son buenos y me quieren. Adiós, un millar de besos cariñosos de tu Pinot.

Otro tema que don Albera tenía en el corazón era el oratorio. En los años inmediatamente después de la guerra surgieron un poco por todas partes, contestaciones con problemáticas sociales muy complejas
Solo en la ciudad de Turín se abrieron dos oratorios en aquellos años, el de San Pablo y el de Monterosa.

El primero en tener una consolidada estructura a fines de 1918, fue el de San Pablo.
“El día 8 de diciembre aquel cobertizo con pajar, ahora convertido en capilla, decorada más con fe ye esperanza que con pintura y adornos, acogía a una multitud de chavales, más de 300, de gente del pueblo, e amigos y bienhechores de la primera hora… Don Pablo Albera, con lágrimas en los ojos, celebró la misa, distribuyó la comunión a los muchachos… habló con aquella dulzura que lo ha hecho inolvidable para quien le conoció; y se entretuvo un rato con ellos, alegrándolos con algún regalito. El Sr. Gastaldo le dirigió en nombre de todos unas palabras de agradecimiento a las que él respondido sede un balcón. La gente del pueblo, los padres y madres de familia, comprendieron que acercarse a un sacerdote es ir al encuentro de la bondad.
Y fueron conquistados”

(Del Adolescente, n. 11, noviembre de 1925, p. 30 y 66.) El autor es Don Alberto Caviglia).

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